CUARESMA 2023: MIERCOLES DE CENIZAS

24 febrero, 2023 Desactivado Por Catedral de Cordoba

El Miércoles de Cenizas comenzó Cuaresma: 40 días para acompañar a Jesús y para pedirle que entre en nuestros corazones y nos transforme.

Homilía de nuestro Arzobispo Monseñor Ángel Sixto Rossi:

CENIZAS Y FUEGO

Hacerse cargo de las cenizas

“Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”. Con estas palabras, pronunciadas por primera vez por el Señor a Adán (Gen 3,19), la Iglesia nos da la bienvenida a la puerta de la Cuaresma. Quizás uno piense: ¡Lindo saludito, podría ser más amable! Y para colmo, en vez de echarte agüita fresca en la frente, te la
signa y te la ensucia con ceniza, que en vez de acariciarte suavemente la piel, te roza y te raspa, e incluso es tan sutil, tan finita, que cae por el rostro hacia el pecho pasando por los ojos, la nariz y la boca, y entonces, en vez de una sonrisa más te despierta una fruncida de ceño.
Y es que a nadie le gusta que le recuerden que estamos hechos de polvo, que no somos tan grandes como sospechábamos, que no somos huéspedes eternos de este mundo ni mucho menos sus dueños, que la omnipotencia no es lo nuestro aunque a veces nos guste jugar con ella, que aun siendo el mejor de los domadores, siempre habrá un potro con el que no podremos: la muerte, como bellamente lo expresa Leopoldo Marechal en aquel epitafio a un domador:

Domó en la pampa todos los caballos,
menos uno.
Por eso duerme aquí Celedonio Barral,
con sus manos prendidas
a la crin de la tierra.

(…) El potro de la muerte
no se rindió a su espuela
de antiguo domador y jinete final.
Por eso duerme aquí,
silencioso y vencido:
porque domaba todos los caballos,
menos uno

El Quijote le decía a su querido escudero: “-Sancho, los que más nos quieren, más nos hacen llorar”, frase que no hay que entenderla en un sentido sadomasoquista, sino en cuanto que aquellos que nos quieren bien, son los que muchas veces nos dicen esas verdades tan fuertes como necesarias. Y la Iglesia que
es Madre, y que por serlo abraza, acaricia, cura las heridas, por eso mismo también, con delicadeza pero con firmeza, nos despierta de nuestras somnolencias, nos hace reaccionar ante nuestras modorras recordándonos que “…ahora es el tiempo propicio, ahora es el tiempo de tu salvación” (2 Cor 6,2).

Cuaresma es el “tiempo propicio” para revisar si andamos apostando a las cosas que no pasan, o a las que un día serán polvo. Y parecería que para que no se nos pase la vida sin hacer este ejercicio espiritual de discernir, y elegir, es necesario que nos refrieguen la cabeza con ceniza, como diciéndonos: “No se me olvide m’hijo que muchas de esas cosas a las que le está metiendo el corazón van a ser esto… y nosotros también”. Si bien es cierto que nosotros -según el poeta tendremos una gran ventaja: “seremos ceniza, polvo, pero polvo enamorado”; no cualquier ceniza, sino ceniza que conoció el Amor, que fue tocada por Él.

Hacerse cargo del fuego

Pero además de hacernos cargo de las cenizas que somos, la Iglesia nos
invita a ahondar en ellas, a buscar y hacernos cargo también del fuego, del rescoldo
que las cenizas están tapando. Quizás por eso otros ministros al signarnos en la
frente prefieren usar la otra fórmula: “Conviértete y cree en el Evangelio”,
impulsándonos a cambiar nuestras sendas, a desenterrar nuestra fe, nuestra
esperanza, nuestra caridad, a veces tan tapadas por las cenizas de nuestras perezas,
de nuestra mediocridad, de nuestros miedos y mezquindades, animándonos a no
descorazonarnos por la apariencia de hoguera apagada que a veces tiene nuestro
corazón. Lindo aquello que escribiera Antonio Machado en tiempo de mucha
desesperanza:

“Creí mi hogar (mi chimenea) apagado
y revolví la ceniza …
Me quemé la mano”.

Cuenta uno de los relatos del Desierto que “un día el abad Lot fue a ver al
abad José y le dijo: -Padre, en la medida que puedo observo una regla sencilla,
hago pequeños ayunos, practico algo de oración y meditación, guardo silencio, y en
la medida de lo posible, procuro mantener limpio mi pensamiento. ¿Qué más
debería hacer?. El viejo monje se puso de pie, alzó las manos hacia el cielo, y sus dedos se
convirtieron en diez antorchas llameantes. Entonces dijo: -¿Por qué no te transformas en fuego?
Cuaresma es por lo tanto el tiempo para preguntarnos también: ¿Queda algún
fuego en estas cenizas? Como hacen nuestros hombres del campo, que no apagan el
fuego a la noche, sino que entierran el rescoldo todavía caliente entre las cenizas, y
así lo mantienen vivo hasta la fría mañana siguiente en que lo desentierran, lo
vuelven a reavivar. El viejo fuego no muere, sino que conserva su calor, para
encender el nuevo fuego. Eso nos pide la Iglesia al comenzar la Cuaresma:
“Conviértanse”, es decir, desentierren el rescoldo de las cenizas, no mañana, sino
hoy, porque hay demasiado frío en este mundo que está necesitando el calor de
nuestro amor hecho gesto, hay demasiada sombra que necesita de nuestra humilde
luz, esa luz que no hemos gestado nosotros, nos ha sido dada en el bautismo,
simbolizada en aquella velita encendida que tomaron nuestros padres y padrinos y
que en la Confirmación asumimos nosotros, y de la que cariñosamente se nos va a
pedir cuenta: “Ustedes que por pura gracia de Dios ven… ¿qué han hecho de la
luz?”. Ustedes que conocieron el fuego de mi amor, ¿qué hogueras nuevas han
encendido?
Cuenta Martín Descalzo que un día un periodista le preguntó a Cocteau –
especialista en arte: -¿Qué salvaría usted del Museo del Louvre, si se incendiara y
pudiera rescatar una sola obra de arte? Y Cocteau respondió: “Yo salvaría el
fuego”. Dios quiera que nosotros en esta Cuaresma, también.